Hay lugares en el mundo que son especiales…
Lanzarote tiene algo diferente que va más allá de lo que se pueda encontrar en cualquier destino de sol y playa.
Una isla en la que la naturaleza y el arte van de la mano, un lugar en el que sus gentes sienten y viven el compromiso y orgullo de pertenecer a ella, en donde la comida sabe a mar y a campo, una isla cuya esencia deja huella. Bienvenidos al Efecto Lanzarote.
A menudo oirás que es como si te transportaras a otro universo donde podrás visitar lugares a los que sólo pueden acceder los sueños.
La conservación del patrimonio cultural está arraigada en la historia de Lanzarote y sus gentes y la convierten en un lugar que parezca destinado para los sueños. En Lanzarote su estilo de vida adaptado a las condiciones volcánicas del terreno ha sabido aprovechar las posibilidades que los campos de ceniza tienen para la agricultura.
Sus viñedos emergen de grandes cráteres en la tierra y dan forma a un característico paisaje lunar que junto a los volcanes y el mar atestiguan el profundo compromiso de la isla con unos estrictos códigos de desarrollo medio ambiental.
Si eliges el camino adecuado verás caras que nunca podrás olvidar…
El compromiso de los conejeros – o habitantes de Lanzarote- con su entorno cuenta con una larga tradición basada en el respeto por el medio ambiente, un legado del que podrán disfrutar las generaciones futuras.
Si escuchas el silbido de la Tabaiba, dicen que escucharás música que emana del interior de la Tierra…
El Efecto Lanzarote integra naturaleza, arte y cultura. Fue su artista más internacional, César Manrique, quién germinó la idea de que arte y cultura debían fundirse en el entorno natural que les rodea. Todo aquel que visita Lanzarote es consciente de esta realidad en la que la naturaleza es arte, y el arte es naturaleza.
El paisaje de Lanzarote se dibuja en armonía con la naturaleza y desde cada rincón de la isla podrás disfrutar de sus vistas infinitas. Cuando te hayas ido querrás volver… Tú también formas parte del Efecto Lanzarote.