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Por Julia Buckley
(CNN) — Nadar en canales protegidos por la Unesco. Irrumpir en sitios históricos. Manejar por la escalera más famosa del mundo. Y justo cuando pensabas que eso era lo peor: destrozar esculturas de valor incalculable en un ataque de resentimiento.

A medida que las restricciones de viaje disminuyeron durante este verano y los turistas regresaron a Europa, las noticias de visitantes que se portan mal en Italia comenzaron a llegar.
En junio, dos turistas estadounidenses causaron daños por un valor de US$ 25.000 en la Plaza de España en Roma, cuando empujaron y luego arrojaron sus scooters.
¿Crees que eso es malo? En mayo, un visitante saudita condujo su Maserati alquilado por la escalera de travertino, rompiendo dos de los escalones.
Una imagen de la ciudad de Venecia.
Mientras tanto, en Venecia, los turistas nadan en los canales protegidos por la Unesco, que funcionan como el sistema de alcantarillado de la ciudad. En agosto, dos australianos surfearon por el Gran Canal, mientras que en mayo, unos estadounidenses se desnudaron para darse un chapuzón junto al monumento del Arsenale del siglo XIV.
¿Eso es todo?
No: También en agosto, un australiano decidió conducir su motocicleta por el antiguo sitio romano de Pompeya; mientras que en octubre, un estadounidense destrozó dos esculturas de un valor incalculable en el Museo del Vaticano, aparentemente después de que le dijeran que no podía ver al papa. Dos meses antes, una pareja de estadounidenses fue sorprendida tallando sus iniciales en el Arco de Augusto, un monumento de 2.000 años de antigüedad que se encuentra junto al Coliseo.
Pero, ¿refleja esto una situación peor que la habitual, o simplemente hemos olvidado lo mal que se comporta la gente cuando está de vacaciones?
El número de visitantes internacionales de enero a julio de 2022 aumentó un 172% con respecto a 2021 e incluso un 57% con respecto a los registros previos a la pandemia, según ENIT, la oficina de turismo de Italia.
Eike Schmidt, director de la Galería Uffizi en Florencia, el museo más visitado de Italia en 2021, dice que el mal comportamiento de los turistas no es nada nuevo.
“No creo que sea peor este año; creo que lo que tenemos ahora es lo que teníamos en 2019, y ha regresado porque los visitantes han regresado”, dice.
“Ciertamente hay personas que no respetan la situación en la que se encuentran”. Como la mujer a la que el vio antes de la pandemia sentarse en medio de obras de arte de valor incalculable para hacerse una pedicura.
La Galería Uffizi está tan vigilada que rara vez ocurren incidentes adentro, dice Schmidt; pero afuera es otra historia. La galería forma un callejón sin salida para los peatones, con bancos incorporados que están tallados en la piedra serena local que sirven para que se sienten los turistas cansados ​​y hambrientos.
El problema es que que no solo se sientan. Ignorando que esos bancos fueron tallados a mano en el siglo XVI, se sientan a comer, untando salsas sobre la piedra porosa, y dejando manchas en ella. También pintan graffitis en el exterior de la galería.
En mayo, un turista condujo un Maserati por la Plaza de España, en Roma.
En 2018, dice Schmidt, el personal hizo un esfuerzo concertado para limpiar todas las mañanas “todas las marcas que la gente estaba dejando en los edificios a altas horas de la noche después de beber demasiado”.
Él afirma que esa política valió la pena.
“La gente tiende a no escribir sobre una superficie limpia, pero si alguien más ya ha hecho un pequeño dibujo o ha escrito una mala palabra, (agregar uno propio) es mucho más fácil porque la barrera psicológica es más baja. Ahora, rara vez alguien escribe sobre las paredes del edificio. Pero lo que ha regresado después de la pandemia es el problema del panini y el vino y la Coca-Cola y todo tipo de cosas grasosas y azucaradas. La gente lo compra en lugares sin asientos, busca dónde sentarse y lo primero que encuentran son los monumentos”.
El año pasado, Schmidt pidió que los negocios de comida rápida pagaran impuestos más altos que los lugares que tienen asientos y baños para los clientes, pero afirma: “No ha pasado nada, ninguno de los políticos quiere entrar en el debate”.
Las cosas están menos tranquilas en Venecia, donde la policía municipal ha lidiado con 43 incidentes de turistas nadando en los canales en lo que va del año, según el comisario en jefe Gianfranco Zarantonello. Es casi el doble del total de todo el año 2021, en el que fueron atrapados 24 nadadores. Y, lo que es preocupante, es peor que los 37 casos de 2019.
También ha habido 46 casos de turistas que desfiguraron monumentos de Venecia en lo que va del año.
“Se están comportando como siempre, solo que este año los números han vuelto a ser lo que eran antes de la pandemia y eso también genera un aumento en los comportamientos groseros”, afirma.
“A veces, Venecia no parece una ciudad. Los turistas se comportan como si fuera la playa”.
En mayo, un visitante italiano dañó permanentemente la iglesia Redentore con graffiti. Crédito: Luis Brugnaro
Y aunque a simple vista pareciera que las acciones son cada vez más violentas (un turista robó un taxi acuático este verano y lo aceleró por el Gran Canal), Zarantonello dice que el comportamiento extremo no es nuevo. “Hace unos años, un turista ruso robó un vaporetto (autobús acuático)”, dice. “La gente ha robado góndolas. Una vez se cayeron desde (una góndola robada) en Año Nuevo y cuando llegamos, uno de ellos se estaba muriendo de hipotermia. Lo salvamos”.
Además de nadar en el canal, en lo que va de año, Zarantonello y sus colegas se han ocupado de una turista checa que tomó sol en topless en un monumento a los caídos, un belga conduciendo una Vespa por el paseo marítimo (que es peatonal), dos australianos recorriendo el Gran Canal en eFoils, y un italiano de otra región dañando una de las principales iglesias de la ciudad con graffiti.
Si bien Zarantonello no cree que esto haya empeorado con la pandemia, Schmidt sugiere: “Es tu primer viaje en dos años, eres joven y no se permite el alcohol en tu país de origen, estás aquí por primera vez y es posible que participes de un comportamiento del que te avergonzarías en casa”.
En junio, dos estadounidenses arrojaron sus scooters por la Plaza de España, dañando el monumento.
Por supuesto, el mal comportamiento de los turistas no es un fenómeno nuevo. Los turistas británicos, australianos y estadounidenses son conocidos desde hace mucho tiempo por su desagradable comportamiento en el sudeste asiático, por ejemplo.
Tom Jenkins, CEO de la Asociación Europea de Turismo (ETOA, por sus siglas en inglés), dice que hay una serie de incidentes muy específicos que ocurren en Italia, y se debe a su tejido especialmente sensible. La cultura italiana con sus entornos y arquitectura más frágiles como ciudades de arte genera una combinación explosiva cuando agregas visitantes, dice.
“Italia es peculiar en la riqueza de los atractivos turísticos nacionales, y es único en el sentido de que la gente ocupa estos espacios de una manera que no ocurre en muchos países”, dice.
Venecia y Roma, añade, son ciudades vivas donde las personas conviven con tesoros culturales. “No hay ningún lugar en Francia [el país más visitado del mundo] que tenga un patrimonio tan sensible. Y estas ciudades reciben 65 millones de visitantes internacionales al año, por lo que no resulta tan sorprendente que una pequeña fracción se comporte de manera irresponsable, ¿no es así? “
Debido a que el entorno es tan frágil, es probable que cualquier daño afecte un lugar que forma parte del patrimonio mundial, dice, mientras que otros países tienen menos patrimonio que pueda verse perjudicado.
“Creo que lo que estamos viendo es un subproducto del gran volumen de visitantes y del terrible comportamiento de una fracción del número total”, dice.
“También es posible que Italia atraiga a personas que tienen un interés más amplio que la mera curiosidad artística, arquitectónica y arqueológica, y estas personas no necesariamente encajan en el entorno”. Esa idea de la dolce vita, de que Italia es un lugar de libertad para soltarse, no le hace ningún bien a su herencia.
Los turistas quieren emular películas como “La Dolce Vita”. Crédito: FilmPublicityArchive/Archivos Unidos/Getty Images
Sin embargo, no todo se debe a la fragilidad de Italia, según expertos italianos. No hemos tenido historias similares ocurridas Francia, España u otros destinos europeos populares. Más bien, dicen, es la forma en la que los extranjeros piensan en Italia la que impulsa su mal comportamiento.
Para el historiador de cine Nicola Bassano, películas como “La Dolce Vita”, el clásico de 1960 de Federico Fellini, en el que Marcello Mastroianni y Anita Ekberg saltan a la Fontana de Trevi para besarse, han creado una falsa idea de Italia en el extranjero.
“Italia es vista y juzgada por los turistas extranjeros, y en particular por los estadounidenses, a través de los estereotipos arraigados en las películas, especialmente en ‘La Dolce Vita’ y en ‘Roman Holiday’; y también a través de la imagen que se han hecho de nosotros gracias a la inmigración (italiana)”, dice.
“Se ve como un lugar desprovisto de reglas y de leyes, donde todo es arte y por lo tanto nada es arte”.
“El turista no sabe relacionarse con el patrimonio artístico porque no tiene relación con nuestra historia, entonces se refiere a su imaginario cultural, a nuestro cine. La escena de la Fontana de Trevi de la ‘Dolce Vita’ se ha convertido en un modelo para emular”, agrega.
“No distinguen entre el romano vestido de centurión para ganar propinas y el Coliseo. Todo se vuelve parte de un espectáculo donde no hay reglas”.
Maria Pasquale, periodista y autora de “Cómo ser italiano”, está de acuerdo.
El anonimato de los viajes deja salir lo peor de nosotros mismos. Crédito: Parque Arqueológico de Pompeya
“El mundo está enamorado de Italia y el estilo de vida italiano es la marca registrada del país”, señala. “En su enfoque de la vida, los italianos tienen algo intangible. Realmente se siente como la fiesta más genial y magnífica jamás organizada: todos quieren participar, pero las invitaciones son limitadas. Porque ser italiano es un sentimiento, es difícil de expresar realmente. Y ser parte de esa fiesta es apreciar que este sentimiento está inspirado por muchas cosas: las impresionantes vistas, los sonidos, los sabores, los olores, todo eso. Italia como idea, como imagen es emocionante, dinámica, seductora y embriagadora. Ofrece a los extranjeros un escape, ofrece libertad”, explica.
“Muchos turistas me han dicho a lo largo de los años que ‘en Italia no hay reglas’. Pero están equivocados. Por supuesto que hay reglas. Pero como alguien que vive aquí y que experimenta la lucha diaria con la inestabilidad burocrática, económica e institucional puedo decirles: lamentablemente, a menudo no hay consecuencias para quienes no siguen las reglas”.
Jenkins coincide: “Creo que se debe ver que las autoridades están haciendo algo para evitar este comportamiento. La forma en que lo hacen es cuestionable”. El alcalde de Venecia, Luigi Brugnaro, ha criticado constantemente en Twitter los poderes limitados que tienen las autoridades para tratar con los “imbéciles”. Dado que muchos de esos actos —como nadar en canales— están clasificados como delitos civiles, las ciudades solo pueden multarlos y prohibirles ingresar a la ciudad por un período de 48 horas. Solo en los casos en los que se daña el patrimonio de referencia un juicio se vuelve una opción.
Sin embargo, ¿por qué el mal comportamiento surge específicamente en quienes se encuentran de vacaciones? Para la psicóloga Audrey Tang, miembro de la Sociedad Británica de Psicología, es una situación similar a la de los trolls en las redes sociales: “Tenemos una sensación de anonimato. No somos conocidos, y eso nos da un poco de protección”.
Un elemento adicional, dice, es el “Giro hacia el riesgo”: la idea de que los grupos se incitan unos a otros a comportarse de maneras más extremas y, en última instancia, hacen cosas que no harían solos ni en sus sueños.
“Si estás allí con amigos, puede ocurrir un ‘giro hacia el riesgo’: es posible que ni siquiera te des cuenta de que lo estás haciendo, pero estás en grupo y todos quedan atrapados en el entusiasmo”.
Pero generalmente se reduce a dos cosas: prácticas y psicológicas. Beber en vacaciones “elimina el filtro que normalmente tenemos; agrégale el ‘giro arriesgado’ y estaremos haciendo algo que nunca pensaríamos en hacer”, afirma.
“Jung dijo que todos tenemos un lado oscuro, y al reprimirlo se genera una olla a presión que explotará en algún momento (…) Las vacaciones nos dan un permiso para explotar. Y puede haber empeorado (desde la pandemia) porque hemos estado encerrados a la fuerza”.
Es más, dice, pagar unas vacaciones desata un sentido de derecho. “Olvidamos que a lo que tenemos derecho está ligado con la aceptabilidad social. Y que somos parte de una comunidad. Si todos se comportan igual que (los infractores), será un problema”.
Los turistas nadan en los canales de Venecia y aseguran no saber que esto está prohibido.
A veces, los turistas dicen que no sabían que lo que estaban haciendo no estaba permitido; esa fue la excusa del australiano atrapado paseando por Pompeya. Y, dice Zarantonello, a veces eso es cierto. Cuando se trata de nadar o hacer surf en Venecia, dice, “estas son acciones que están permitidas en sus propios países pero prohibidas aquí. Así que es el tipo de comportamiento que se considera legal”.
Tang dice que a veces las personas no chequean cuáles son las reglas de un destino antes de viajar. Adelantarse en la fila, escupir en la calle o incluso orinar son “totalmente inapropiados” en Europa, pero a menudo son cosas aceptadas en otros lugares, aunque agrega: “Eso no excusa el comportamiento, porque necesitamos encontrar la situación cultural en vacaciones”.
Jenkins está menos convencido.
“Creo que es bastante obvio que no deberías andar en moto por Pompeya. Estos tipos son claramente idiotas. La gente escribe sus nombres en las estatuas y rompe cosas desde el principio de los tiempos, pero nada de eso es una excusa. Es abominable”.
Quizás se trata menos de ignorancia y más de un deseo de lograr influencia en Internet. A medida que las redes sociales ganan un control cada vez mayor sobre nosotros, vemos un comportamiento más escandaloso, dice Tang: “El mal comportamiento obtiene más ‘Me gusta’, acciones y notoriedad que las cosas positivas, y muchas personas lo usan para ganar seguidores y tener impacto. Algo terriblemente mal puede ser extremadamente efectivo en ese sentido”.
Zarantonello observa mucho ese fenómeno en Venecia: “Las acciones son amplificadas por las redes sociales”.
Un turista inglés, profesor universitario, tuiteó en julio un video de él nadando por el Gran Canal y luego huyendo de la policía, en un intento por emular a su héroe, el poeta del siglo XIX Lord Byron. Pero actitudes como esta, dice Zarantonello, deterioran la ciudad que amaba Byron, por lo que les ruega que consideren sus acciones, incluso cuando se trata de algo aparentemente tan banal como nadar en un canal.
“Es una cuestión de respeto por la ciudad. Es un lugar rico en historia, no es una piscina o una playa donde puedes hacer todas estas cosas”, comenta.
“Byron estuvo aquí hace 200 años. Sería mejor leer uno de sus poemas antes que nadar en el Gran Canal”.
Y es mejor que los autoproclamados fanáticos de Italia tengan cuidado. Cuando los bustos de los Museos Vaticanos fueron destrozados la semana pasada, Mountain Butorac, que dirige peregrinaciones a Roma, le dijo a CNN que le preocupaba que pudiera haber repercusiones para todos, no solo para el vándalo.
Después de que la escultura Pietà de Miguel Ángel fuera atacada por un húngaro con un martillo en 1972, se colocó detrás de un vidrio a prueba de balas. Butorac teme que esto podría ser la señal de lo que vendrá: “Una de las cosas hermosas es que (el museo) permite a los visitantes estar literalmente cara a cara con estas esculturas; mi temor es que con estos comportamientos, se puedan establecer barreras”.

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